Los hamsters y los hurones los identificamos como animales pegados al suelo, como los ratones o las ratas, que, por supuesto no son, ni de lejos; y les asociamos el mismo sambenito que guardamos para los roedores: Un olfato prodigioso.

Los hamsters deducen lo que les rodea mediante el olfato

Pues si, en eso no nos equivocamos, es cierto, aunque no sean ratones o ratas, el olfato de ambas mascotas es, si no prodigioso, sí, su órgano más importante.

Un órgano que le sirve para relacionarse, para encontrar su comida, para adelantarse a las amenazas. Hablemos de narices, de olfatos de hamsters y hurones y comprobemos cuán especiales son estos sentidos en ambos animales de compañía.

Tan importante es el olfato para los hamsters que todo gira en torno a lo que deduce de todo ello el animal que olfatea. Tan valiosa es esa información que se sabe de hembras que son capaces de matar a sus propias crías, si no reconocen su olor.

Por esa razón, se recomienda no tocar a las crías cuando son pequeñas y están al cargo y son absolutamente dependientes de su madre. Nuestro olor sobre las crías tal vez sea identificado como un agente extraño. Tengamos cuidado con éso.

Otro dato que le puede ayudar a comprender el papel del olfato entre los hamsters. Los clanes, familias o grupos de hamsters, como queramos llamarlos, tienen su propio olor característico, que cada individuo sabrá identificar durante toda su vida, independientemente de que luego haya matices de olores entre cada uno de los congéneres.

Y si se ha fijado, a ambos lados de su cara, en la posición más o menos que ocupan los sacos donde guarda su comida, hay unas glándulas que generan un aroma que es el que le sirve a los machos para delimitar su territorio, como lo hacen las especies mayores, los mamíferos, por ejemplo, como conocemos muy bien.

Y si quiere ver hasta dónde llega este comportamiento olfativo, sólo tiene que fijarse en los movimientos más corrientes que hacen los hamsters en cualquier momento del día. Hagan lo que hagan, siempre se paran para husmear el aire a la búsqueda de esas moléculas que su sistema olfativo es capaz de captar y convertir en valiosa información.

Fíjese la próxima vez cuando vaya a comprar su comida para hamsters en una tienda de animales, obsérvelos todos juntos hacer precisamente éso. Oler el sustrato, olerse unos a otros, olerse a sí mismos, en una rueda sinfín.

¿Y cuál es el comportamiento de los hurones en su relación con los olores y con su olfato? El problema de los hurones es que tienen una visión muy limitada, y, por como contrapartida, el olfato cubre esa laguna sensorial. Y lo hace con matrícula de honor, desde luego.

Tan importante es el olor, que los hurones nacen, viven y mueren con un olor corporal extraordinariamente marcado porque son socialmente dependientes de él.

Un olor que para algunos cuidadores es demasiado. Se trata de un olor similar al del almizcle, que representa un exceso para aceptarlo, aceptar que los trasladen a las casas y a nuestros objetos preciados al contacto con estas mascotas.

El principal error es creer que ese aroma que no toleramos es un signo de suciedad. Y no es así, es, como decimos, parte de su sistema de comunicación odorífero.

Si los lavamos, el olor desaparecerá durante un periodo de tiempo muy corto, pero volverá a reproducirse, los hurones los necesitan y sus glándulas sebáceas los reproducirán en mayor cantidad. Lavarlos significará que olerán más.

En algunos países, se suele acabar con este ¿problema? eliminando las glándulas odoríferas, sin más.

Sin embargo, se han levantado voces en contra de esta práctica, porque una parte importante de esas secreciones proceden de otras glándulas que no son las odoríferas. Por tanto, lo que en realidad se hace con la extirpación de las glándulas es eliminar una parte de la producción de los malos olores.

En cualquier caso, los olores de los hurones forman parte de su naturaleza salvaje. Eliminar esa capacidad de producir sus propios fluidos corporales es acabar con un valor importante de su naturaleza que no está ahí para quedar bonito, sino que cumple una función etológica, la de colaborar en la relación entre los individuos para reconocerse entre sí.